A lo largo de la película “¿Qué
culpa tiene el tomate?”, visitamos a varios mercados hispanos de todo el mundo.
Cada uno tiene un ambiente único con productos diferentes. El que me gustó más
fue el mercado en Río de Janeiro, en Brasil por varias razones.
La escena empieza con los
comerciantes preparando las casetas del mercado muy temprano en la mañana. El
sol todavía no ha subido y los comerciantes ya están trabajando durísimo para
estar listos para el día. Viajamos alrededor de la capital de Brasil, Río de
Janeiro, para ver la montaña con el monumento al Cristo y la playa. La gente se
relaja en la playa mientras las olas chocan contra la costa, produciendo un
“WWWSSSSSSSSHHHHH” hermoso a las orejas. Cuando llegamos al mercado, las
casetas están preparadas al punto que ya pueden empezar a poner los productos
para los compradores. Primero, algunas casetas ponen hielo para que el pescado
se mantenga fresco. Me imagino que huele como marisco puro.
Las calles del mercado ya están
bien sucias con residuos de comida, pero no quita el ambiente que ofrece el
mercado. El oído de los comerciantes portugueses, de todas razas diferentes,
llenan el cuadro del mercado con negocios porque sus productos son mejores que
los otros. La mayoría de los comerciantes son de origen africano, pero solo hay
dos chicas blancas. Esto muestra un poco la demografía del mercado. Miramos a
las casetas diferentes en el mercado preparadas con muchísimas frutas. Los
colores de la fruta son como nunca he visto. Las frutas son pintadas con
colores vibrantes como la sandía grandísima de verde lima y de rojo como sangre
adentro. Este mercado no solo vende las sandías, sino también los mangos, los
melones, las ciruelas, los plátanos, y verduras como lechuga, las remolachas, y
las zanahorias. Me hizo tener hambre descubrir las frutas frescas y el sentido
que trae la comida fresca. Algunos de los comerciantes cantan, danzan, y hacen
chismes. Esto suma al sentido de comunidad entre los comerciantes del
mercado.
Sobre todo, me gustó este
mercado en Brasil porque parecía muy divertido con un sentido de comunidad
entre los comerciantes y los compradores. Me gusta que los comerciantes sean
competitivos, pero todavía son amigables. Creo que es un ambiente muy
importante para un mercado.
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